EL ORIGEN DE LOS ALEMANES DEL VOLGA

Los alemanes del Volga

Migraciones alemanas a Rusia (con fechas, áreas de origen y destino, y volumen de contingentes especificados) en los siglos XVIII y XIX (sin referencia, fuente: Centro Argentino Cultural Wolgadeutsche)
El origen del desplazamiento de distintas comunidades alemanas a Rusia está en la política fisiócrata, en el tiempo del imperialismo, de la zarina Catalina II, ella misma de origen alemán, casada con Pedro III (1762), quien va a reinar entre los años 1762 y 1796. Esta política se plasmó, entre otras cosas, en dos decretos (uno el 4 de diciembre de 1762 y otro el 22 de julio de 1763, dirigidos en el primer caso a los colonos europeos en general y en el segundo a los alemanes en particular) que impulsaban  el traslado de campesinos al medio y bajo Volga.

Segundo manifiesto (22 de julio de 1763)

Las razones que van a llevar a muchos alemanes específicamente a emigrar al Volga son muy variadas. Como señalan Popp y Dening (1977), son de tipo político, económico y cultural, y se concretan en dos grandes aspectos: la Guerra de los Siete Años (1756 - 1763) y los conflictos religiosos. La guerra trajo, por un lado, la destrucción y el hambre a distintas regiones europeas, como los estados alemanes de Hesse y Palatinado. Por otro lado, exigió una sangría demográfica, dado que muchos grandes propietarios (de nuevo por ejemplo en Hesse) enviaban aparte de sus siervos a combatir en las filas aliadas, en este caso Inglaterra, a cambio de dinero. Y, finalmente, prosiguió la secular carga fiscal, en esta ocasión para financiar esa guerra. Los conflictos religiosos, por su parte, se derivan de los choques entre los poderes establecidos (religiosos y seculares) y los movimientos reformadores que, como en numerosos estados alemanes, proliferan desde la Edad Media (menonitas, waldenses, etc.). Ante la represión ejercida por el poder, muchos de sus seguidores se van a ver forzados al exilio. A menudo, se sentirán atraídos por las representaciones populares sobre Catalina II y, más tarde, su hijo Alejandro I, que encarnan desde su punto de vista un cristianismo puro y ejemplar.

Las migraciones van a iniciarse como consecuencia de la llegada de agentes oficiales rusos, aunque también privados, a los estados alemanes y otras partes de Europa. En algunos casos, se van a entablar acuerdos entre la zarina y los príncipes alemanes y otros reyes, esto es, entre las casas reales europeas. Según cálculos de Popp y Dening (1977:22), el 80% de los europeos desplazados a Rusia en esta época fueron alemanes, mientras el resto se repartía entre poblaciones de lo que después han sido Suecia, Suiza, Francia, Holanda, Yugoslavia y Polonia. De ese 80% una parte importante procedía de los estados suroccidentales (Hesse, Renania, Palatinado, Westfalia y Baden - Würtemberg), como podemos ver en el mapa del inicio de esta entrada.

Los emisarios rusos llegaban a las poblaciones, reclutaban voluntarios para emigrar, los juntaban en grupos dirigidos por alcaldes y les ofrecían un contrato: los emigrantes eran animados a desplazarse a Rusia a cambio de libertad en el ejercicio de su religión (católica o protestante) y uso de su lengua, exención fiscal y de servicios al estado (militares o civiles), posesión de la tierra a perpetuidad, la posibilidad de comprar nuevas tierras y autonomía administrativa, educativa y judicial. El estado ruso prometía, asimismo, apoyo económico y logístico para la instalación de los colonos. Éstos, por su parte, se comprometían a cumplir con los objetivos de la colonización estipulados por la Corona (cultivo de determinada extensión de tierra), a devolver las ayudas recibidas y a cumplir con las leyes rusas.


Mapa de Rusia centro occidental, con la red hidrográfica del río Volga destacada (fuente: Wikicommons)
Colonias alemanas originarias en el Volga (fuente: Centro Argentino Cultural Wolgadeutsche)

Colonias alemanas del oeste del Volga (margen derecha) o Bergseite durante la República Autónoma Socialista Soviética de los Alemanes del Volga (fuente: http://www.wolgadeutsche.net)
Colonias alemanas del este del Volga (margen izquierda) o Wiesenseite durante la República Autónoma Socialista Soviética de los Alemanes del Volga (fuente: http://www.wolgadeutsche.net)

Con ello, y con los viajes de los primeros grupos de alemanes desde Lübeck (Schleswig-Holstein) hasta Kronstadt y Oraniembaum/Lomonosov, junto a San Petersburgo, comienza desde finales del siglo XVIII el desplazamiento de campesinos europeos a Rusia, que se prolongará aparentemente hasta mediados del siglo XIX (1861), cuando se decreta el fin de la servidumbre y se permite una mayor movilidad a los propios rusos, en principio.

Las comunidades del Volga, de las más importantes de campesinos europeos en Rusia (otras fueron las del Mar Negro y, en menor medida, el Cáucaso), se instalan junto a las poblaciones y explotaciones ya existentes de los rusos. Éstos habían ido penetrando, desde las campañas de Iván IV el Terrible a mediados del siglo XVI (tras la toma de Kazán en 1552 y de Astraján en 1556), en las estepas, controladas por las complejas confederaciones de pastores nómadas salidas de la descomposición de la Horda de Oro en el siglo XV: los nogai, kalmukos y kazajos; unos y otros mantienen complejas relaciones, de las que da cuenta el investigador Jodarkovsky en un excelente estudio (Khodarkovsky 2002). Los terratenientes rusos se van instalando con sus siervos en mayor número a partir del XVII gracias a la creación de fuertes o ukrainii razriad por parte de la Corona, y explotan extensivamente las mejores tierras. La presencia de los campesinos europeos, y fundamentalmente alemanes, viene a añadir un estrato más en la complicada configuración étnica de la zona, pero en cualquier caso, como decíamos más arriba, parecen ser usados no sólo para promover el desarrollo agrícola de Rusia, sino también para formar “una frontera viva que significaría un bloque humano civilizado y naturalmente una barrera contra esos indeseables invasionarios”, según las cargadas palabras de Popp y Dening (1977:36).

Las ocupaciones más antiguas se documentan en la margen derecha del Volga (y ríos tributarios), en la zona más escarpada (Bergseite), a partir del asentamiento evangélico de Dobrinka, en la provincia u oblast de Saratov. De acuerdo con los datos recogidos por estos autores (Popp y Dening 1977:36, 48, 123 - 4), entre 1764 y 1767 las aldeas (de diversas confesiones) superarán el centenar. Paralelamente a esta expansión se irán sumando nuevas fundaciones en la margen izquierda, en la llanura o estepa, y por tanto en las zonas de pradera (Weisenseite). En conjunto, a principios del siglo XX llegarán a 195 colonias. Los contingentes sumaban en 1769 unas 23.000 personas, si bien al parecer habían salido de los estados alemanes originariamente 30.000, y a mediados del siglo XIX alcanzarían las 200.000, mientras que por el censo de 1897 se sabe que llegaron a más de 400.000. Por otro lado, estos mismos autores calculan que la superficie total bajo control de las comunidades alemanas (a partir de la compra de lotes a terratenientes rusos y a los grupos indígenas, así como por la cesión de terrenos por parte de la Corona) alcanzó a principios del siglo XX 1,9 millones de hectáreas, aunque otros plantean que llegaron hasta 2.725.000 o incluso 3 millones de hectáreas (Spack 2008).

A lo largo de los años, las comunidades alemanas van creciendo aisladas, aparentemente. Por ello, conservan su idioma, su cultura, su religión, además de sus prácticas económicas y sus tradiciones domésticas y familiares. Desarrollan una importante producción agraria y artesanal. Pero nadie vive en el vacío, en realidad. Las relaciones con el estado ruso y con otras comunidades campesinas van a generar determinadas tensiones que en unos casos se resuelven, o se sobrellevan, y en otros van a acabar desencadenando nuevas migraciones. La más célebre es la que empujará a nuevos contingentes de campesinos descendientes de los alemanes del Volga al continente americano en la segunda mitad del siglo XIX.

Las poblaciones que permanecen en el Volga proseguirán con parte de sus tradiciones, si bien cada vez más integradas en la sociedad y cultura rusas. El área que ocupan tradicionalmente adquiere una cierta entidad administrativa cuando en 1871 se constituyen los municipios de los Alemanes del Volga o nemetskie volosti. Como indica Spack (2008), éstos darán lugar a principios del siglo XX, con la revolución bolchevique, a la Comuna Obrera (Trudovaya Kommuna) de los Alemanes del Volga en 1918, que a su vez será la base de la República Autónoma Socialista Soviética de los Alemanes del Volga (Nemrespublika) desde 1924.

Emblema de la República Autónoma Socialista Soviética de los Alemanes del Volga (Автономная Советская Социалистическая Республика Немцев Поволжья) (fuente: http://wolgadeutsche.net/)

En los años 40, y con motivo de las políticas de control demográfico de Stalin y el avance nazi en todo el occidente de la URSS (hasta las puertas de Moscú y el propio Volga, con la tristemente famosa batalla de Stalingrado/Volgogrado) en la Segunda Guerra Mundial, la República es abolida y las poblaciones de origen alemán irremediablemente erradicadas del gran valle. Para ello, fundamentalmente, fueron deportadas a Siberia, donde fueron obligadas a instalarse. Desde allí y otros lugares de la actual Federación Rusa algunos miembros de esas comunidades y algunos entusiastas mantienen hoy viva su tradición, o intentan recuperar incluso los restos materiales de su civilización, como los autores y colaboradores de la excelente web Geschichte der Wolgadeutschen (www.wolgadeutsche.net).

Sabemos también de algunos encuentros entre estos descendientes de alemanes en Siberia (normalmente llamados rusos alemanes) y los que provienen de los que emigraron de Rusia a finales del XIX. Volvamos a éstos para seguir con nuestra historia.

Los objetivos, como parte de esa política fisiócrata e imperialista, eran la explotación económica (principalmente agrícola) y la defensa del territorio frente a los grupos nómadas, vinculados formalmente con las confederaciones herederas del imperio mongol, aunque quizás también se buscaba neutralizar las amenazas cernidas sobre el proyecto imperial por parte de destacados caudillos o líderes campesinos, como Stepan Razin y Emelian Pugachev, y sus seguidores (alzados en 1670 y 1772 - 1774, respectivamente). De acuerdo con Spack (2008), la apelación a los extranjeros (o rusos evadidos, es decir, huidos aparentemente por la comisión de delitos), y no a los propios rusos residentes en los territorios de la corona, se justifica por el sistema de la servidumbre, que tenía ligados indefectiblemente a los campesinos a sus señores, si bien quizás también influyeron las destrezas y conocimientos técnicos atribuidos a las poblaciones alemanas y europeas en general.


Los alemanes del Volga y sus descendientes en Argentina

Mapa de la expansión del imperio ruso, fuente: J. M. Fernández Ros y otros (2009): Historia del mundo contemporáneo. 1° bachillerato. Madrid: Santillana, pag. 115

A ello se añade, en segundo lugar, el servicio militar obligatorio para toda la población, incluidos los alemanes del Volga, implantado por Alejandro II a mediados del XIX, que dejaba sin efecto la exención reconocida desde tiempos de Catalina II. En tercer lugar, especialmente desde los reinados de Alejandro III y Nicolás II, desde finales del siglo, se lleva a cabo una política de rusificación de la población, que buscaba homogeneizar el país a todos los niveles (económico, social, cultural), supuestamente para afianzar el poderío del Imperio, y que va a conllevar, entre otras cosas, una presión sobre estas comunidades alemanas en el Volga. Finalmente, también influyó un recrudecimiento de las condiciones ambientales, con sucesivas sequías, especialmente en 1871.

De nuevo de acuerdo con Popp y Dening (1977:123 - 4 y 129 - 36), la primera causa de las migraciones de la segunda mitad del siglo XIX se refiere a la propiedad de la tierra. Los colonos descendientes de los alemanes llegados a finales del siglo XVIII van a ir aumentando sus propiedades, como hemos visto más arriba. Sin embargo, no tanto como hubieran querido, pues en el caso de las tierras entregadas por la Corona les será aplicado el sistema tradicional de distribución de la tierra en cada “comunidad campesina” o mir. Éste no permitía una acumulación de tierras acorde con el crecimiento demográfico de estos grupos, dado el mantenimiento de su carácter comunal generación tras generación. Para acceder a la propiedad privada, estos campesinos debían desplazarse a otros lugares, como Siberia (cuyo dominio en manos de Rusia culmina en la segunda mitad del XIX, junto con el Asia central o Turkestán, como podemos ver en el mapa).

Por todo ello, en la segunda mitad del siglo XIX numerosos descendientes de los europeos llegados a Rusia retoman el camino de la emigración fuera de Rusia, y ello a pesar de las nuevas ofertas de la Corona para la instalación en las nuevas zonas de frontera, en esta ocasión el Cáucaso y el extremo oriental de Siberia, donde la conquista avanzaba y se requería de población leal al Imperio, en principio, para colonizar y afianzar el control del territorio. Los contingentes se dirigirán principalmente a América: Canadá, Estados Unidos, México, Brasil y Argentina.

Aunque ya habían emigrado muchos rusos de múltiples orígenes geográficos (entre otros, alemán) y culturales (judíos) a América en el siglo XIX, y especialmente a Estados Unidos, las migraciones de alemanes del Volga corresponden a los años 70. La migración a Estados Unidos y Canadá comienza en 1872, a Brasil entre 1873 y 1876, y a Argentina entre 1877 y 1878. Posteriormente, en el siglo XX, se documenta la instalación de distintas comunidades, especialmente de menonitas, en México en 1922 y 1927, y en Uruguay y Paraguay en fechas no precisadas.

La instalación en Argentina, que podemos seguir a través del estudio de Popp y Dening (1977: 137 y ss.), supuso el traslado de unas 1.000 personas en varios buques (el Salier y el Montevideo) desde el puerto de Bremen hasta Buenos Aires entre fines de 1877 y principios de 1878. En este caso también hubo una llamada a los posibles inmigrantes en los meses previos, que se concretó en la Ley Básica Nº 817 de Inmigración y Colonización (19 de octubre de 1876), a instancias del presidente Nicolás de Avellaneda, en las gestiones del Comisario General de Colonización, Carlos Calvo, destinado en París y encargado de atraer a los colonos hacia Argentina (agosto de 1877), y en la firma de un convenio entre los representantes de 200 familias de alemanes del Volga y el Comisario General de Inmigración de la República de Argentina (3 de septiembre de 1877). Todo ello se produce en el contexto de interesantes debates sobre la necesidad de recibir población foránea, como los que tuvieron lugar en el Senado argentino en noviembre de 1877 y conducirían a la instalación de la primera colonia, la de Hinojo, en la provincia de Buenos Aires.

Los objetivos por parte del gobierno argentino son similares en cierto sentido a los del estado ruso a finales del siglo XVIII: el desarrollo económico (agrícola y ganadero), pero también la defensa (en principio pasiva) del territorio, recién conquistado a los grupos autóctonos y por tanto en liza con ellos, especialmente con los del sur y oeste de la provincia de Buenos Aires a partir de la llamada “Campaña del desierto” (1878 - 1885).

Las primeras colonias fueron Hinojo, en la provincia de Buenos Aires, fundada en enero de 1878, y General Alvear, en Entre Ríos, también en enero de 1878. En torno a ellas irán surgiendo en los años posteriores otras, como Valle María, Salto, San Francisco, Spazenkutter, etc., en torno a General Alvear, y Santa María, San José, Santa Trinidad, Arroyo Corto, Cascada, etc., en la provincia de Buenos Aires. Aquí hay una lista completa de las colonias existentes hoy en día, que incluyen, además de las de las provincias citadas, otras en Santa Fe, Misiones, Corrientes, El Chaco, Córdoba, La Pampa, Neuquén y Río Negro.

Las tierras de los colonos fueron, en algunos casos, entregadas por el estado, a raíz de la Ley de Expropiación de 1878, y en otros casos eran compradas por grupos de campesinos a terratenientes absentistas; algunos, como el coronel Ángel Plaza Montero, habían adquirido las fincas como consecuencia de su participación en campañas contra las poblaciones indígenas, como la “Campaña del Desierto”. En algunos casos, como el de la colonia General Alvear (Entre Ríos), el estado quiso impedir la formación de aldeas y someter a los colonos a una nueva organización, en teoría para lograr una explotación más intensiva, imponiéndoles el sistema de chacras o pequeños lotes independientes. La resistencia y determinación de los colonos permitieron que prevaleciera el modo comunitario de explotación que traían consigo desde el Volga, junto con otras tradiciones, como los modelos urbanísticos, la religión, el idioma. Al parecer, los colonos procedentes de los Weisenseite mantuvieron con más éxito algunas de sus tradiciones (por ejemplo constructivas) que los que venían de los Bergseite.

Hoy en día se siguen produciendo migraciones, sobre todo por la falta de tierras para los nuevos efectivos demográficos, y por ello encontramos descendientes de los alemanes del Volga en el Gran Buenos Aires y en torno a los polos industriales de Rosario y Córdoba.

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